viernes

Hormigas arguiñanas

Seguramente me voy a meter en un jardín, pero es que esto de querer entender mejor el mundo me está trayendo consecuencias insospechadas. Una de ellas es que ahora soy mucho más crítica con los mensajes de los medios de comunicación, especialmente con la publicidad y los telediarios. 

Uno de mis contactos en el Facebook difundió  un mensaje en contra del aspartamo, un edulcorante artificial. Para ilustrar lo asqueroso del producto, el mensaje iba acompañado de una foto en la que una fila de hormigas rodeaban sin tocarlo un chupachups tirado en el suelo. En el mensaje se especificaba que ni siquiera las moscas se acercaban a un producto edulcorado con aspartamo. Para ampliar la información había un enlace a un página (que por cierto, hizo saltar mi antivirus) en la que ni siquiera la kilométrica lista de males provocados por el aspartamo superaba al número de faltas de ortografía y de sintaxis. Eso sí: no había ni un solo dato científico. 
La interminable lista de fatales consecuencias aspartámicas es para partirse. Creo que solo se dejaron fuera "robo de coche" y "falta de papel higiénico en el baño cuando más falta te hace". Porque es que han incluido hasta "muerte" y todo.
"No me puedo creer que a las personas no les guste comer tierra.
¡Con lo rica que está!"
Mi comentario al susodicho mensaje fue que si nos fiáramos del criterio gastronómico de los bichos, tendríamos que estar todos comiendo caca y carroña y cosas podridas. Pero se ve que no era el comentario adecuado, porque parece que queda mejor estar en contra de todo sin pensar casi nada. 

No puedo opinar sobre si el aspartamo es buenísimo o malísimo, o si su producción provoca daños colaterales en la producción tradicional de alimentos o dependencias malsanas de ciertas industrias y monopolios. Me falta formación e información. Lo que me mueve a escribir esto es el asunto de "no te lo comas, que las hormigas no lo quieren". Me recuerda a algo que pasó en Navarra, hace años, cuando un buen setero que presumía como todos de ser experto, murió intoxicado por una seta venenosa que consumió confiado al ver que un limaco (=babosa) se comía una igual sin morirse.

El caso es que en un estupendo programa de Hablando con Científicos, de mi admirado Ángel Rodríguez Lozano, estuvieron hablando sobre los aditivos que se utilizan en la alimentación con Miguel Calvo, profesor de Tecnología de los Alimentos en la universidad de Zaragoza. Circulan por ahí tantas listas de aditivos peligrosos y cancerígenos y diabólicos "E", que se agradece un poco de información científica en lugar del en ocasiones poco informado y catastrofista punto "new age". En la entrevista se esforzaron por explicar qué es cada uno de esos "E-xxx" ingredientes de casi cualquier producto envasado que consumimos. Y la verdad es que yo me enteré de muchas cosas y me deshice de bastantes conceptos erróneos que tenía hasta ese momento, en parte por no ser crítica con los mensajes sobre la comida. 
"Po será el último modelo de aifón,
pero no se oye una mielda..."

Me sorprendió por ejemplo que el E-330 no es más que ácido cítrico. Con esta perogrullada quiero expresar que si se piensa un poco en ello, el ácido cítrico siempre es el mismo ácido: o sea, el cítrico, esté en un limón o en una lata de berberechos. ¿Son cancerígenos los limones? El secreto, como todo en la vida, está en la dosis: cualquier cosa es mortal si te pasas consumiéndola. Por ejemplo, nadie diría que la sal es un aditivo peligroso. Pero el contenido de un salero, administrado de una vez, podría matar a un niño. Y así con todo, nada que no supiéramos ya, pero a veces te fías más de las hormigas que de los científicos, seguramente porque nunca se ha visto a científicos formando una marabunta. (Y si se cargan el CSIC, jamás lo veremos, al menos en este país).

¿Las supervacas dan superleche?
Ahora me ha dado por pensar en el anuncio ese de la leche que tiene calcio extra. 100% procedente de la propia leche, dice el anunciante. Y desconozco si el calcio será o no el mismo calcio que si fuera el procedente de, no sé, pongamos el brócoli, o las sardinas o el hueso de un muerto reciente. Necesitaría que un químico me lo aclarase, porque a lo mejor estoy pasándome de listilla y la leche tiene un calcio distinto.           Además, por si en su publicidad quedaba alguna duda, esa leche no solo tiene el calcio con pedigree, sino que encima eso hace que tenga "mayor biodisponibilidad" y que "su sabor sea más natural". Supongo que se refiere al sabor de la leche, no al del calcio. 
No sé, tengo la sensación de que nos la quieren dar con queso, que también tiene mucho calcio. 
(Si te interesa el programa al que hago alusión, no dejes de visitar Cienciaes.com y escúchalo en el podcast de Hablando con Científicos.)

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