lunes

Comprueban el género antes de comprarlo...

                    Serendipia. Bonito nombre para la casualidad. 
Muchas serendipias solo se
producen si alguien piensa tanto
y tan bien como Arquímedes...
Quería escribir una entrada sobre el género en el mundo de la ciencia y contar cómo me encontré con un estudio sobre el tema precisamente cuando le daba vueltas al problema del género en el idioma español. Mientras investigaba sobre el término "serendipia" para escribir una introducción al contenido del post, me encontré con que el ejemplo citado para ilustrar la serendipia  era precisamente el descubrimiento del cometa Shoemaker-levy 9 en 1993 que es curiosamente el tema sobre el que iba a escribir antes de que el asunto del género se me cruzara en el camino. Requeteserendipitioso. 
      Dejaré el apasionante asunto del Shoemaker-Levy 9 para otro post, porque ya hace tiempo que los problemas del género, sobre todo en el idioma, alimentan como combustible mis rabietas interiores. Así de paso me desahogo un poco, que no está mal como utilidad de un blog. 

Entre las asignaturas que he cursado este año están Género y Literatura en los Países de Habla Inglesa y también Lengua Española. Me ha dado para reflexionar mucho el hecho de que en Inglés no se hacen tanto lío con el género lingüístico, dado que en general las palabras no están marcadas como femeninas o masculinas. Así por ejemplo, "the students" se refiere tanto a las alumnas como a los alumnos. Cuando se encuentran con algún tipo de conflicto de género, como pasó cuando las mujeres empezaron a desempeñar profesiones en las que "tradicionalmente" solo habían trabajado los hombres, tampoco hubo mucho escándalo: los "policemen" y las "policewomen" pasaron a ser "police officers" y se acabó. También los bomberos y las bomberas son todos "firefighters".

Esta flexibilidad no es solo de mentalidad, que seguramente yo tenga idealizada, sino también, en mi modesta opinión, se debe a que no hay una Academia de la lengua inglesa que vele por la pureza, la integridad del idioma, que limpie, pula o dé esplendor. En español sí que hay academias, más de una. Y para aprobar Lengua Española he tenido que contestar hipócritamente en el examen a preguntas que para mí solo responden a fundamentalismos añejos y a la imposibilidad de algunas personas de ver más allá de sus prejuicios, sean de género, de clase o de cualquier otro tipo. 

La A de "Academia" bien mayúscula 
A la Academia no le gustan palabras como "jueza" o "presidenta". Con este último caso, el sufijo -ente para profesiones, tienen una especie de doble rasero. Por un lado sacan a relucir el glorioso pasado etimológico de dicho elemento lingüístico y en casos como el de "presidenta", ponen a la palabra en cuarentena bajo sospecha de estar mal formada y atentar contra el genio de la lengua,  pero que yo sepa no se echaron las manos a la cabeza cuando admitieron "sirvienta" o "asistenta". Será que las palabras atentan más contra la pureza del idioma cuando lo que designan es a una mujer en una posición de poder y responsabilidad. También es curioso el caso de "modisto": vamos a ponerlo claramente masculino, debieron de pensar, no sea que vayan a creer que la "-a" final del sufijo invariable "-ista" indica que un hombre dedicado a la costura es un afeminado, pordióss... Y ahí está la palabra legitimada, a la porra la invariabilidad que sí les parece tan importante en el caso de "presid-ente", demostrando que la Academia hace exactamente las excepciones que le interesan. Al fin y al cabo, quiénes son las mujeres, lesbianas o no, o los hombres homosexuales u otros colectivos que no son estrictamente hombres bien  masculinos y heteros sin sombra de duda y si me apuras blancos, para decidir si su propio idioma les hace sentirse incluídos, o ninguneados, o incómodos. 

En fin. Hasta aquí mi poco científica opinión. 
Pasaré a la parte del estudio que mencionaba al principio de esta entrada. 
Estaba yo distraída pensando que por qué no podemos decir "la Sol", teniendo en cuenta que es una estrella, o "el Luna", ya que es un satélite, cuando por serendipia me tropecé con otra de las interesantes lecciones divulgativas de Ángel Rodríguez Lozano. Tras muchos estudios comparando las aptitudes de hombres y mujeres para ciencias como las Matemáticas o la Física, las autoridades académicas habían llegado a la conclusión de que no existen diferencias cuantificables entre las capacidades intelectuales de cada sexo, por lo que la menor presencia de la mujer en estos campos debía atribuirse a elecciones de vida y a condicionamientos sociales, pero en ningún caso a que en este mundillo hubiera prejuicios sobre la capacidad intelectual o técnica de las mujeres. 

Como en la ciencia no se deben hacer afirmaciones basadas en opiniones o creencias, la mejor manera de comprobar los motivos de la disparidad de género es utilizar el propio método científico y se usó el método de doble ciego. El experimento fue diseñado por la doctora Jo Hadeslman, del departamento de Biología Molecular de la Universidad de Yale en los Estados Unidos. La doctora y sus colaboradores escribieron un curriculum inventado que sirviera para pedir con éxito un puesto como joven responsable de laboratorio. Se seleccionaron 127 investigadores e investigadoras con cargos de responsabilidad en varias universidades y se les envió el curriculum haciéndoles creer que se trataba de una persona real. Pero la mitad iban firmados por un tal John y la otra mitad por una tal Jennifer. El resultado fue un claro sesgo a favor de John. Tanto los científicos como -sorprendentemente-  las científicas evaluadoras consideraron a John como significativamente más competente que Jennifer, aunque sus cualificaciones eran exactamente las mismas. También ofrecieron a John un salario inicial más alto y más apoyo y recursos para desarrollar su carrera que los que llegó a obtener Jennifer. 
Estos resultados fueron publicados en 2012 en la revista científica Proceedings de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos y demuestran que la discriminación contra las mujeres también existe en la comunidad científica y que es ejercida incluso por investigadoras que han conseguido ocupar puestos de responsabilidad y de prestigio científico.
La doctora Jo Handeslman

La nota final y optimista que añado yo, es que la revista científica Nature publicó una lista de personas que, según los editores, habían marcado una diferencia en el mundo científico en el año 2012 y en esa lista figuraba la doctora Jo Handeslman por haber puesto de relieve el problema de la disparidad de género en el mundo científico y haber iniciado así el camino hacia la solución.

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